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martes, 20 de enero de 2009

La partida de naipes

En los años 30, cuando todo el mundo del arte se había rendido por completo a las vanguardias, Balthus llegó con su estilo rompedor. Este joven, miembro de una rica y muy culta familia polaca afincada en París, pasaría por alto las tendencias abstractas de sus coetáneos para beber en cambio de las fuentes de la pintura italiana del Trecento y Quattrocento. Su arte no sería sin embargo una simple mirada al pasado. Tenemos la muestra, primero, en su afán de controversia con obras como La lección de guitarra (1934) y, segundo, en su uso casi irreal de los colores y las formas, herencia directa de los post-impresionistas franceses. Es quizá por esto que la obra balthusiana ganaría el respeto de los surrealistas.


La lección de guitarra es, sin duda, la obra más controvertida de Balthus.

Siento una gran pasión por la obra de este autor pero, por encima de todo, me apasiona su cuadro La partida de naipes (1948-1950). En él podemos encontrar uno de los temas clásicos del pintor -la pubertad-, tratado con una belleza deslumbrante. Dos jóvenes, un chico y una chica, juegan a las cartas, alegoría habitual de traición y pecado que ahora parece vista desde una perspectiva más benévola. Partiendo de una sencillez absoluta, influencia de Piero della Francesca, Balthus nos muestra el juego, aún torpe e inocente, de la sexualidad adolescente. El chico, algo burdo, se acerca a la muchacha con una carta escondida, símbolo de sus intenciones ocultas. No es él sin embargo el que lleva las de ganar, pues su contrincante se mantiene firme ante la pequeña mesa, sentada en su sillón como una reina. No obstante, una mirada más atenta nos descubre que, bajo la mesa, ella también se le acerca con una pierna. La muchacha, para Balthus, es la triunfadora en esta lucha pictórica de opuestos ya que parte con todas las ventajas. Entre ambos, una vela apagada domina la mesa de juego, metáfora quizá de aspiraciones sexuales aún no cumplidas.



Frente a la intención costumbrista y moralizante de cuadros como El tramposo de Valentin de Boulogne (h.1630), Balthus nos muestra la escena de la partida de naipes con absoluta naturalidad y armonía, sin mayor pretensión que exponer la belleza inherente en la inocencia juvenil y los primeros juegos de acercamiento sensual. Es tal vez esto lo que convierte a este cuadro en algo maravilloso, tan sencillo y tan bello al mismo tiempo. Rebosa optimismo y amor por la vida.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

"La lección de guitarra" es bien desagradable

Anónimo dijo...

EXCELENTE TU BLOG!!! UN ABRAZO